Despedida a larga distancia

Memorias de fin de año...

Aquí estoy, frente al último fuego del año 2006, metiendo mis pies en unas pantuflas de arena para quitarme un poco el frío que recorre el camino desde mi corazón.

Miro a ese fuego y lo envidio de tantas formas. Es implacable, y aunque esté contenido en esa olla, sonrie y amenaza con liberarse al menor descuido, pero sobre todo, no tiene frío.

Ese fuego me hace pensar en lo etereo de sus secretos. No podemos decifrar sus misterios, nunca sabremos sin son varios distintos o si cada vez es el mismo fuego el que se manifiesta de diferentes maneras ante nosotros.

Ese fuego, o uno igual a él, me provoca envidia y llanto. Veo cómo baila y consume los troncos y pienso en que será el fuego el que, irremediablemente, abrazará por última vez ese pequeño cuerpecito que yo no podré abrazar nunca más. Y me da tristeza, y me da alivio. Y me hace pensar en la cobardía que me ha evitado escribir ese cuento que vengo prometiendo desde hace un año, pues pienso que al hacerlo, dejaré escapar más de lo que creo. Ahora sé que debo hacerlo, ahora ya tengo el final definitivo.

Los fuegos artificiales me recuerdan que el año ha terminado y yo debo comenzar con lo que tengo. Los abrazos a mi alrededor suenan a algarabía y festejo, sin embargo temo que a mi me sepan a condolencias. Pero debo hacerlo, debo empezar a celebrar... y debo escribir ese cuento.