Lobo

Hay un cuerpo de hombre en mi cama, es un cuerpo fuerte, un cuerpo maduro.
Insaciable de prejuicios, atiborrado de una extraña belleza.

Hay un cuerpo de hombre en mi cama, sus pensamientos inundan todo el lugar pero no logro descifrarlos.

Quiero escapar de sus brazos pero no de sus caricias. Tengo curiosidad de perderme en la oscuridad de su cabello y escudriñar más y más adentro hasta encontrarme con su conciencia.

¡Cuánta fuerza en la firmeza de sus movimientos, cuánta frialdad al escuchar mis palabras!

El cuerpo de una niña se ha topado con la verdadera codicia.

La mirada de un ser tan erróneamente perfecto, tan peligrosamente idolatrable. Sus facciones de un animal salvaje y su risa de niño, todo tan irrealmente combinable.

La espontaneidad de un beso en la oscuridad de mis anhelos vueltos realidad, haciendo que mis miedos se encuentren cara a cara con su virilidad tan secretamente admirada, tan ansiosamente deseada.

Misteriosamente se oculta en las sombras de la noche, igual que un lobo asedia a su presa, igual que el cazador ansía poner un festín en su mesa.

La oscuridad se convierte nuevamente en su manto. Se mueve con agilidad en la penumbra, rápido, muy rápido. Tanto, que su misma sombra se asusta huye y no intenta alcanzarlo ni quedarse a su lado.

El miedo y la fascinación me paraliza y no puedo dejar de mirarlo, inútilmente pretendo enfrentarlo pero, ¿a quién engaño?, la verdad no es esa.
Lo cierto es que sólo espero el momento en que me atrape y me escoja como su presa.