Que el destino venga a mí.
Hace un par de años, me cansé de patalear, buscar, angustiarme y, sobre todo, me cansé de esperar.
Decidí dejarme llevar por una nueva filosofía:
Yo me voy a quedar aquí. Si el destino quiere algo conmigo, que venga por mí.
No creí que surtiría efecto, pero lo hizo. Y ahora cada vez que me quedo parada, el destino de mi historia me recuerda que estoy en una playa con el agua hasta las rodillas. Si yo no me muevo, la marea que sube y baja, hará conmigo lo que quiera. Puede dejarme ahí por días. Otras veces apareceré en lugares distintos, mojada, revolcada y con arena incómoda.
Sea como sea, yo debo hacer lo mismo cada vez y luchar por estar de pie o a flote con la cabeza en alto. No importa cuantas veces se me cubra la cara con agua salada. En mi historia, cuando las cosas se ponen feas, o nado o nada.
Sin duda, es mejor pasear en la playa, pero también es interesante, perderle el miedo al mar.